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sábado, mayo 10, 2025

El PJ a contramano de los tiempos

Por Pali (Seudónimo de un militante)

Hay quienes debaten si estamos en la posmodernidad o en una instancia posterior a esta. Hay quienes sostienen que estamos en la tercera o cuarta revolución industrial y que, como las anteriores, está conmoviendo las bases de la humanidad, cómo vemos el mundo, a nosotros mismos y la relación con los otros. Hablamos de Internet y sus ulteriores desarrollos. Y esto, por supuesto, abarca a la política y a los políticos. Los que hasta hace poco eran llamados “outsiders” parecen haberse convertido rápidamente en “insiders” de la política, en el aspecto más literal de la traducción. De repente, personajes como Milei, comprenden mejor cómo interpretan la política la mayoría de las personas y sus intereses y expectativas, que los propios políticos que dedicaron su vida a esa actividad. Ahora, estos, parecen confundidos, desactualizados y hasta ignorantes de los rudimentos más básicos del uso de redes sociales y teléfonos inteligentes. Más de un treintañero perdería la confianza en cualquier político que pisa los cincuenta si viera de cerca la poca habilidad que padece en el uso de herramientas básicas de Internet o el aprovechamiento de las utilidades de un teléfono inteligente.

Desde luego que ningún tiktoker o influencer de la red que sea está por ello capacitado para conducir un país, aunque no pocas veces tenga chances de ingresar a la política, como vemos actualmente y veremos cada vez más. Pero también es cierto que esto no funciona a la inversa. Un político que desconoce la profundidad del impacto de Internet y las redes sociales en la vida de los votantes que pretende seducir, tiene un límite epistemológico para comprender la realidad, que ya no es una realidad, sino varias, muchas realidades. “La única verdad es la realidad”, decía el General en un momento en que esa frase planteaba un tópico interesante, hoy suena como un absurdo. No hay una única verdad y el criterio de realidad se fragmentó en mil pedazos.

Frente a esas complejidades, frente a pibes y no tan pibes que compran y venden acciones y CEDEARs con un teléfono móvil desde una cuenta de un banco que no tiene ninguna oficina física, forman pareja a través de plataformas de citas, estudian, juegan, producen y consumen, red mediante, el PJ de Entre Ríos se trenza en una guerra sorda sobre cómo y en qué fecha llevar adelante una interna. Es casi como sacar a pasear un dinosaurio vivo, aunque a duras penas.

Algún habilidoso, si finalmente se concreta esa interna, podría aprovechar la ocasión para hacerse unos pesos organizando tours por la provincia para mostrar cómo se decidían las candidaturas en la antigüedad, podría identificar lugares de valor arqueológico, como unidades básicas herrumbrosas, escudos justicialistas tallados en madera, y hasta un militante, como era antes. Y si realmente pudiese revivir la tan proclamada “mística peronista”, con sus bombos, sus caravanas, sus pintadas en paredones, el paquete sería completo. Un viaje al pasado de la política.

Volver a las bases, recuperar la mística, las banderas, el floklore, la militancia “como se hacía antes”, es un reclamo bastante común en LAS REDES SOCIALES, acá en Entre Ríos. Pero es la chicana con que los que se sienten afuera golpean a los que están adentro, no una realidad ni una posibilidad. También es común escuchar que, en el peronismo, la dirigencia se olvidó de la militancia y de Perón. Se adjudica el actual estado de cosas a una acción de algunos, como si eso fuese posible. Quiero decir, como si, que los tiempos cambien, que las sociedades se transformen, que las personas muten sus formas de pensar, vivir y consumir, pudiese ser orquestado y decidido por un grupo de personas, una especie de mesa chica del olimpo. Una idea que se pretende aguda, no es más que una burrada en términos filosóficos y un llamado a la nostalgia, pero sirve para pegarle al adversario.

Los que lloran por la mística y se juran frente al cuadro de Perón en el caballo pinto devolverle al peronismo su esencia, aburren rápido a su familia, que espera que termine la perorata para darle play al video de youtube.

Si se concreta la interna en que el PJ quiere enfocar sus recursos y energías en un contexto de creciente desinterés por la participación democrática, llegar al 20% del padrón sería un prodigio. Con un padrón compuesto por afiliados e independientes, lograr ese porcentaje implica mover la friolera de 200 mil personas. Ningún partido, siquiera La Libertad Avanza, tiene semejante capacidad de movilización. Y desde luego que esa multitud no se desplaza de manera espontánea, o movidos por el recuerdo de Perón y Evita, a quienes no conocieron. Abrir la interna a los independientes puede ser contraproducente ya que los militantes que, movidos por la pasión y el compromiso, salgan a patear la calle van a molestar a gente que no tiene ningún interés en resolver la cuitas de Bordet, Rossi, Allende, Cáceres, Maya, etc.

Obtener ese porcentaje de participación sería una victoria enorme por sobre la apatía política generalizada de la población y los festejos podrían extenderse durante días, pero no borraría un ápice de distancia que aún resta recorrer a la dirigencia política para acercarse a las realidades en que habitan las personas del presente, y podría volverse una dura verdad aquello que Pirro le dijo a sus soldados: “Otra victoria como esta y estaremos perdidos para siempre”.

 

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