Cuando asumí mi tercera gobernación en 2003, luego del desastre de De la Rúa, la Alianza y Montiel acá, en la ciudad de Concordia el 61,90% de las personas eran pobres y el 32% indigentes, al tiempo que había una desocupación del 19%. La situación era realmente gravísima.
Gracias al trabajo en conjunto y coordinado con Néstor Kirchner, que vino varias veces siendo presidente a Concordia, y con Alberto Fernández como Jefe de Gabinete, logramos reducir drásticamente esos índices prácticamente a la mitad, de tal manera que en Concordia entregamos la gobernación en 2007 con 33% de pobreza, 11,5% de indigencia y 6,80% de desocupación.
El objetivo urgente en esos momentos de crisis fue erradicar la pobreza extrema y el hambre. La solidaridad fue un puntal determinante. Y en el marco de las restricciones presupuestarias que teníamos, pudimos identificar claramente el orden de prioridades al momento de asignar los recursos, y logramos que miles de concordienses se sumaran al mercado laboral, la disminución significativa de los índices de mortalidad infantil y de deserción escolar, entre otras muchísimas realizaciones trabajando codo a codo con el Gobierno Nacional.
Una medida que nos dio muy buenos resultados fue la construcción intensiva de viviendas y nuevos barrios en la ciudad, porque no sólo mejora la calidad de vida y le otorga dignidad a las familias que son beneficiarias, sino que pusieron en marcha nuevamente una cadena virtuosa de consumo y trabajo que reactivó la economía local.
Sin duda que nada se hacía de golpe, nada nacía mágicamente, eran pequeños pasos en un largo camino iniciado en 2003, que sentimos era el correcto. Lamentablemente, desde 2015 hasta nuestros días, la crisis macroeconómica en la que nos sumió el gobierno de Macri, repercutió con muchísima fuerza en una ciudad que vive fundamentalmente de la producción, el empleo privado y las economías regionales como es Concordia.
Los desafíos que tenemos por delante son similares a los de aquellos años con Néstor. El horizonte tiene que ir apareciendo nuevamente, y estas medidas como el Plan Argentina contra el Hambre, van en esa dirección.
Como decía el poeta Manuel Scorza: “Mientras haya alguien que mira el pan con envidia, el trigo no podrá dormir”. Así debemos sentirnos con lo que hay que hacer de aquí en más y de forma urgente. Pero soy un hombre optimista y lo conozco a Alberto. Sé que los argentinos estamos en buenas manos. Nunca creí que los sueños se puedan fusilar, apuesto a ellos y miro para adelante, con esperanza.