La quema de miles de hectáreas a lo largo del Paraná pone de manifiesto una vez más que el avance de la frontera extractiva tiene muchas expresiones.
Una de ellas es el negocio inmobiliario, que tiene una forma de entender la naturaleza que debemos contrarrestar.
El uso del fuego como instrumento para cambiar drásticamente el uso (y el precio) del suelo no se inventó ayer, pero en los últimos años ha cobrado especial relevancia en muchos puntos del país.
Estudios han determinado que “el 95% de los incendios forestales en nuestra provincia son hechos intencionales”, algunos son activados, presuntamente, porque desean quemar para construir grandes negocios inmobiliarios o recreativos, por eso, digo, casi sin temor a equivocarme que “donde hubo fuego, negocios quedan”.
Cerca de la capital entrerriana hay parajes que vienen siendo “privatizados” desde hace tiempo. Nació como un apropiamiento individual de parcelas ribereñas bajo la modalidad de “posesión”, sin embargo en el presente se detectan ventas de lotes y la modificación de suelos en zona de humedales par la comercialización de lotes.
Lo que antaño era una posesión familiar hoy parece haberse convertido en un negocio inmobiliario.
Determinar si las tierras son fiscales es potestad del gobierno. Recientemente, la división tierras fiscales de la provincia cambió de jurisdicción. Hoy está bajo la órbita de las secretaría de ambiente.
