El gobierno nacional enfrenta, hoy, una crisis de aceptación social que ya no se puede disimular.
El enojo social comienza a ganarle la batalla a la expectativa y pone en tela de juicio cada movimiento del gobierno.
Desde la confrontación con la casta hasta la comunión con los 87 héroes (también de la casta) mucha agua corrió bajo el puente.
La energía dialéctica que le permitió a Javier Milei llegar al sillón de Rivadavia hoy empieza a ser cuestionada por el accionar belicoso contra los sectores sociales más vulnerables de la sociedad y las instituciones más prestigiosas del país.
Nadie en su sano juicio puede cuestionar la vulnerabilidad de los adultos mayores de nuestro país.
Los jubilados han perdido, en términos dolarizados, casi un 50 % de su capacidad de compra y en términos reales esa cifra se reduce a la mínima expresión.
A la depreciación salarial se suman unos datos adicionales que multiplican la vulnerabilidad económica del sector pasivo nacional.
La supresión del vademécum gratuito de medicamentos, el aumento de servicios públicos y los constantes aumentos de la canasta básica de alimentos de un jubilado (Productos generalmente más caros que los consumidos por la media) juegan un rol fundamental en la caída de imagen del gobierno nacional.
La reducción del presupuesto universitario suma presión en el otro extremo. La juventud ve como de a poco, eso que consideraba casi como un bien de libre disponibilidad (Educación formal universitaria) va lentamente agotándose a causa de los ajustes libertarios que reducen la libertad de adquirir conocimientos. Casi una contradicción en sí misma.
En el medio, la devaluada clase media que retrae consumo, achica gastos, se endeuda y termina generando un círculo vicioso. A la caída de consumo y falta de actividad sobreviene el desfinanciamiento del ajustador serial a causa de la reducción de ingresos.
Sin embargo, el ajuste final lo padecen los estados sub nacionales. Allí entran a jugar un rol fundamental para sostener la esperanza frente a La Caída, primero los municipios y después las provincias.
Los sub nacionales no tienen más margen de maniobra para el ajuste y agudizan el ingenio para evitar lo inevitable. La confrontación con sus gobernados.
Con lo que va quedando, los municipios brindan servicios cada vez más raleados, atienden demandas de reparaciones eventualmente y suman presión impositiva. Un combo difícil de digerir para el ciudadano que ve menguar, día a día, sus recursos.
La provincia, ese lugar donde abreva la esperanza, claudica frente a la acuciante realidad y se debate entre continuar con el apoyo incondicional al mandatario nacional o plantar bandera y reclamar al poder central más federalismo.
Entre Ríos, los entrerrianos y la historia comarcal saben de ello.
Los gremios docentes reclaman mejoras y en ese contexto le cambian un dos por uno de días de clase efectivos al gobierno. Resulta que en diez días habrá cinco de paros.
Quien explique mejor el contexto podrá adjudicarse un triunfo sin embargo, es la sociedad sometida al ajuste que evaluará de qué lado se atrinchera.
Como el recorte universitario de Milei, la falta de clases en la provincia impactará sobre el estado de ánimo de la sociedad con el gobierno.
Los jubilados provinciales, también le pasan factura.
Otro punto donde detenerse a evaluar las implicancias del ajuste nacional que derrama sobre los sub nacionales y sus gobernados es el del costo de la energía.
Más allá de los anuncios formulados por el gobierno provincial, el costo del servicio sigue presionando en la disponibilidad para afrontarlo de la sociedad en su conjunto per, con más presión sobre los emplazamientos de pequeñas empresas que generan trabajo, a pesar de la recesión y deben afrontar, con menor demanda, costos más elevados por los contratos vigentes.
El sector Pyme entrerriano empieza a ver un horizonte más complejo aún.
Haber apoyado el proyecto de país de Javier Milei con el acompañamiento a la ley bases, no ha reportado beneficios. Por el contrario. Sumo transferencias de recursos para la concentración del libertario unitario gobernante.
El margen de paciencia es exiguo. Un golpe de timón a tiempo puede ser la salida para evitar La Caída de imagen que persigue al mandamás nacional y que podría contagiar al heredero del sillón de Urquiza.