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martes, abril 30, 2024
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Soberanía y política exterior

Por: José Moulia, Alejandro Di Palma, Pablo Mussio, Roberto Domingo, Julio Panceri, Rubén Pagliotto y Pablo Presas.

INTRODUCCIÓN
La propuesta de este artículo es, simple pero necesariamente, analizar la posibilidad y eventualmente la oportunidad de desarrollar una estrategia de inserción internacional con algún grado de perspectiva autonomista, en el marco de las actuales circunstancias que se perciben a nivel global.
Debemos señalar que la política exterior es, en definitiva, una política pública con dos características centrales:
1- tiene por objeto atender las necesidades e intereses nacionales, buscando soluciones a nivel internacional
2- resulta afectada por las influencias globales, lo que le da su carácter Inter-doméstico.
Entonces, con la permanente influencia de la política y la economía respecto de los intereses nacionales, la interferencia entre lo interno y externo, siendo lo externo, el interior de un tercer país, se resuelve el carácter de inter-domestico e inclusive el rol influyente de los grupos de poder, son fundamentales para comprender los procesos históricos erráticos de las relaciones internacionales argentinas y por ende para trazar estrategias y políticas mirando hacia el futuro.
A fin de ordenar el posible planeamiento de una estrategia, tenemos entonces tres elementos:
1- la relación entre lo interno y externo
2- las pujas internas y la influencia de los grupos de Poder y sus intereses
3- la dinámica global.

SOBERANÍA
Debido a las limitaciones sobre los recursos disponibles, al ambiente internacional y a la disuasión de las potencias hegemónicas, generalmente no es posible imponer (al adversario) nuestra voluntad soberana. Entonces en general sólo se puede sugerirle considerar como un compromiso posible, una solución que responda a nuestros propios objetivos políticos. En general eso se obtiene haciéndole temer que el compromiso se haga más oneroso a medida que el conflicto se prolongue, por lo que “la estrategia indirecta” se presenta como una forma dura de la negociación.
Por lo tanto, en esta situación, en general, los objetivos a alcanzar sólo pueden ser muy limitados, en la medida de las posibilidades de aceptación del adversario y de la opinión internacional.
Considerando entonces que la autonomía es la máxima capacidad de decisión propia que se puede lograr, teniendo en cuenta los condicionamientos objetivos del mundo real, en definitiva, esta autonomía es un valor para la guía de nuestra política exterior y nuestra estrategia de inserción nacional.
“La dependencia” y “la autonomía” en estado puro (es decir, los extremos teóricos) constituyen los límites del dominio.
Considerando que en el marco de la relación centro – periferia, la República Argentina ha debatido, a lo largo de su historia, su política exterior entre dos ejes contrapuestos (Dependencia – Autonomía) respecto a alinearse a esa relación o romper con la condición de periférico, logrando así la caracterización de contar con una política exterior
errática y no logrando nunca una estabilidad en su estrategia de inserción internacional.
Ese comportamiento equivocado ha afectado el proceso de desarrollo interno del país, en la medida que se ha oscilado pendularmente entre procesos erráticos de política exterior asociados a cambios en sus modelos de desarrollo.
La autonomía significa margen de autodeterminación en asuntos domésticos y capacidad de actuación internacional independiente; asimismo, se considera que esa autonomía puede lograrse en función de dos condiciones: la viabilidad nacional y la permisividad del sistema internacional.
Tal como suele ser planteada la problemática de la dependencia/autonomía, si el problema es el acercamiento unilateral a la potencia hegemónica, cualquier tipo de diversificación de las relaciones exteriores es entendido como rasgo de autonomía y transitivamente, una estrategia multilateral aparece como sinónimo de independencia. Sin embargo, nada de ésto es absolutamente verdadero.
De esta manera, se descuida otro aspecto sustancial, que es la existencia de otras relaciones asimétricas y que también significan nuevos lazos de dependencia, con otras potencias secundarias.
Es decir, que la dependencia o la autonomía no se definen en función de la diversificación de las relaciones exteriores, sino que debe hacerse una lectura más profunda y sesuda entre las mismas y los impactos al interior de la Nación en términos de modelo de desarrollo y realización del interés nacional. Ergo, dicho sintéticamente, resulta indispensable profundizar aún más sobre el concepto de dependencia, de cómo ésta se consolida y cómo se contrarresta.
Es de suma importancia realizar esta lectura crítica de la “teoría de la autonomía” en este contexto de surgimiento de una nueva multipolaridad, ante el riesgo de consolidar la dependencia aún en un marco de relaciones exteriores diversificadas con potencias hegemónicas en pugna.
La autonomía o la dependencia debe debatirse, de acuerdo a la definición de política exterior utilizada, desde su interacción con el resto de las políticas públicas, es decir lo inter-doméstico.
Entonces, cómo se articula la política exterior para colaborar en la solución de los conflictos y necesidades del interés nacional. En esta reflexión surge otra cuestión: qué se entiende por interés nacional y quién lo define. Aquí el rol de las élites es esencial y dirimente en un proceso de construcción hegemónica de ese concepto, fundamental para transitar un camino de construcción de autonomía.

ANÁLISIS DEL CONTEXTO MUNDIAL
Desde la década de los noventa y hasta la gran crisis económica, política y social en todo el continente latinoamericano en 2001-2002, la reflexión sobre la autonomía y, por lo tanto, su utilización como parámetro de clasificación de la política exterior, fueron prácticamente abandonadas o relegadas porque el pensamiento hegemónico neoliberal dejó de entender a dicha cuestión como comportamiento deseable para los Estados dependientes como la Argentina.
Frente a este contexto mundial actual, de reformulación de la multipolaridad, debemos retomar el debate respecto a la dependencia y la autonomía y, en cuanto al análisis del sistema mundial, específicamente debatir la categoría de la PERMISIBILIDAD INTERNACIONAL. Es decir, el sistema mundial hoy abre la posibilidad al debate sobre la estrategia de inserción internacional a los países, particularmente a los dependientes.
Actualmente el mundo se encuentra frente a un proceso de cambio geopolítico, de transformación del balance de poder relativo de las potencias globales y a la luz de ese proceso el surgimiento de nuevos procesos de integración regional. Este escenario brinda una oportunidad para nuestro país de volver a pensar y debatir su estrategia de inserción internacional, la cual coloque como centralidad el “interés nacional”, haciendo hincapié en valores como la soberanía y la autodeterminación.

EL DEBATE POR EL MODELO DE DESARROLLO

En función de la condición de inter-doméstica de la política exterior, el impacto interno de esa construcción y su articulación con las demás políticas, se plasma en la construcción de un modelo de desarrollo, el cual, se conceptualiza como una estrategia de articulación entre la política y la economía, entre el Estado y el mercado, lo público y lo privado, en un contexto histórico determinado, en búsqueda de la transformación de las estructuras productiva y social, y de la inserción internacional del país.
En torno a esa definición, se puede afirmar que siempre existió en nuestro país un profundo, extenso e histórico debate respecto al modelo de desarrollo y la inserción internacional, a veces en la superficie, otras de manera oculta, y en algunas situaciones, también, influyendo en las políticas, y por qué no, como en los 90, alejado de los lugares de toma de decisiones. En este punto, más allá de los debates que se planteen, es una tensión o puja que no se va a resolver debido a la existencia de intereses contrapuestos y, en definitiva, una puja respecto al significado y los alcances del Interés Nacional. Por ello, es importante profundizar la consolidación de una idea de nación, autónoma, que impulse un modelo de desarrollo y una estrategia de inserción nacional que atienda a los intereses populares.

Continuando con esta idea de lo Inter-doméstico como característica clave de la política exterior en tanto política pública, se deben tomar en cuenta las necesidades e intereses nacionales y buscar soluciones a nivel internacional. Es en este punto donde consideramos que realmente se da la interacción entre “modelo de desarrollo”, “estrategia de inserción nacional” y la categoría de “Viabilidad nacional”. Ahora, la pregunta que orbita y nos interpela es qué entendemos por viabilidad nacional? Para ello es necesario recalar en la definición de una categoría planteada por Aldo Ferrer sobre la Densidad Nacional. Esta se basa en la cohesión social, la calidad de los liderazgos, la estabilidad institucional y política, la existencia de un pensamiento crítico y propio sobre la interpretación de la realidad y como culminación en las políticas propicias para el desarrollo económico. Allí debe enfocarse la autonomía como valor en el desarrollo de la política exterior, en el fortalecimiento de la densidad nacional como fuente de construcción de autonomía.

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