Leandro Nicéforo Alem acuñó aquel axioma “Que se rompa, pero no se doble”, mientras sus actuales herederos acomodaron la frase, o la adecuaron a las circunstancias: “Que se doble pero que no se rompa”.
Esa fue la brújula, su táctica, en “Juntos por el Cambio”. Un juntos por el cambio que va camino a la extinción y podría arrastrar al residual de la UCR multitudinaria que ganaba elecciones.
Otro axioma, más reciente, enunciado por el ex Presidente Raúl Alfonsín, sostiene que “Si la sociedad se hubiese derechizado, lo que la UCR debe hacer en todo caso es prepararse para perder elecciones, pero nunca para hacerse conservadora”.
Hoy el radicalismo comarcal está lejos de ser ganador de elecciones, se encamina a la derechización ideológica y prepara sus huestes para una aventura electoral intermedia que los posicione nuevamente como alternativa de gobierno puro y no furgón de cola.
Sin embargo, ese radicalismo, el del pragmatismo político, poco tiene que ver con el de sus orígenes. Hay quienes recuerdan que la historia reciente marca que “solo”, sin asociaciones electorales, el radicalismo era, más que una alternativa de poder una expresión de deseo.
La escasez de votos fueron dejando en evidencia al partido centenario entrerriano y convalida esa afirmación.
Hoy, el radicalismo agoniza, el tango de Enrique Santos Discépolo levemente modificado para la ocasión diría: “Quien más… quien menos/ Para ganar una elección/ son una mueca de lo que alguna vez soñaron ser”.
Esa agonía se profundizó por las apetencias individuales de sus dirigentes.
Hoy, de nuevo, a los codazos, pretenden mantener la pequeña cuota de poder que obtuvieron en la ultima elección.
Una elección que muchos se adjudican desde las filas internas del radicalismo pero que sin el aporte de otras fuerzas que integraron la coalición electoral de amplia sustentación política pergeñada por Rogelio Frigerio, no hubieran logrado vencer al peronismo.
La ingeniería electoral armada por Frigerio cortó con una hegemonía peronista de 20 años al imponerse en las urnas por un ajustado margen de apenas dos puntos.
La agonía sigue siendo eso, agonía y no final gracias al triunfo de la coalición frente al peronismo.
En este escenario, no está demás agregar que el peronismo está superado por la crisis de incredulidad que pesa sobre las estructuras tradicionales y vive una de sus etapas menos afortunadas salpicado por hechos de presunta corrupción investigados por la justicia y otros ya sentenciados.
Es el oxígeno para el radicalismo que sobrevive a una larga agonía, radicalismo que se rompió, se dobló y se entregó. Un radicalismo que hoy enfrenta un proceso de desafiliación que pone en jaque su propia existencia y expone al “riesgo de extinción” de la UCR y de “oligarquización” de su conducción.
Quizás sea momento de atender las demandas de la sociedad, interpretar el lugar que les corresponde y finalmente entender que la supervivencia para por una buena gestión y no solo por una buena elección.
Quizás estas lineas sean inocuas y hasta puedan ser consideradas ofensivas, pero algunos radicales parecen entender que, como escribió en su despedida Leandro Além: “Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir” trabajan incansablemente para que la agonía llegue a su fin y el radicalismo deje de existir.