En los siete días posteriores a la entrada en vigencia de la baja de retenciones temporal para el complejo sojero, las ventas de la oleaginosa por parte de los productores alcanzaron las 496.000 toneladas, es decir apenas 10% más o 46.000 toneladas que la semana previa a los anuncios del Gobierno, según se desprende de las estadísticas oficiales. Ni la suba de cotizaciones internacionales, ni el presunto mejor precio que pagaría la industria aceitera junto a la baja de los derechos de exportación fueron aliciente suficiente para una mayor venta por parte de los productores que aún conservan unas 16,4 millones de toneladas en los silos.
Este panorama abre diversos interrogantes de cara a la necesidad que hoy tiene el Gobierno de disponer de los dólares frescos que podría brindarle el agro a través de la liquidación de divisas. Porque si bien es cierto que la industria aceitera declaró mayores ventas al exterior de aceite y harina a partir de la baja de retenciones y la reinstalación del diferencial a favor de los productos con mayor valor agregado- según las estadísticas entre el 1 y el 14 de octubre anotaron DJVE por 1,5 millones de toneladas- la tendencia, por lo pronto, es decreciente, ya que el viernes pasado se declararon apenas 44.000 toneladas.
Otro punto clave es que la industria aceitera, en su afán por aprovechar la mayor de retenciones vigente en octubre, se apuró a declarar la soja que tenía en su poder o la que contaba con precio a fijar, pero lo cierto es que la comercialización interna por parte de los productores no experimentó hasta el momento grandes cambios. Es decir, en las próximas semanas la industria dependerá de la voluntad del productor de vender o no su cosecha, porque por más que quiera incrementar sus niveles de molienda, todo depende de la disponibilidad de materia prima.
En la vereda de enfrente, lógicamente, el productor sigue con atención el mercado y mientras la cotización internacional de la oleaginosa alcanza sus mejores valores en dos años y medio, en el ámbito local, la brecha entre el dólar oficial y el blue alcanza niveles máximos. Un punto clave que desestima cualquier intención de venta.
La explicación es muy sencilla: los agricultores venden su cosecha al dólar oficial al cual además se le descuentan retenciones, así es que el dólar soja hoy se ubica en torno a los $55, mientras tanto el blue el viernes llegó a su máximo de $178, en un contexto en el que hay instrumentos financieros (plazos fijos, etc) poco convincentes en un mercado tan volátil. Por eso conservan la cosecha en sus silos, ya que es un bien que cotiza en dólares y no se devalúa al ritmo de los pesos que pueden hacerse en el ámbito local.
Ante este escenario los productores expresan claramente que necesitan mayores incentivos para desprenderse de sus granos. Mientras tanto el Gobierno reconoce la situación, pero no cuenta con demasiadas herramientas ya que una mayor baja de retenciones afectaría fuertemente la recaudación en un momento endeble de la economía argentina.
Una cifra ideal de ingreso de divisas para lo que resta del año sería de alrededor de u$s6.000 millones, una meta que parece inalcanzable a esta instancia teniendo en cuenta un escenario tan complejo con diversos frentes por resolver.
Otro ítem clave es que la mayor baja de retenciones se experimentará durante octubre y en concreto quedan apenas 10 días hábiles los cuales serán claves para conocer la real liquidación de divisas que puede aportar el agro en la economía argentina y la voluntad o no de los productores a vender su cosecha.
A partir de ahí el Gobierno tendrá que definir los pasos a seguir teniendo en cuenta la necesidad que tiene de disponer de dólares frescos y el rol que juega el campo en este esquema.